Historias de Metro

Zerreitug, el hombre Patrimonio

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Zerreitug es Gutiérrez al revés y es el seudónimo con el que Rodolfo firma sus obras. Lleva 54 años tallando en madera escenas de la cultura e historia chilena y cada día sus “monos”, como él les llama, son apreciados por cientos y cientos de personas. Es el creador de los dioramas, una expresión artística que encuentras en distintas estaciones de nuestra red. Ganó por su trabajo el Premio de Conservación de Monumentos Nacionales en la categoría Trayectoria. Días después del reconocimiento, fuimos a conocer su taller.

“No tengo mañanas” dice riendo, mientras pinta algunas sandías partidas para el diorama de la futura estación Ñuñoa de L3. Es en miniatura, tallado en madera, pintado y barnizado meticulosamente. Una escena del Santiago de los años 20 que muestra lo más fielmente posible cómo era la vida en esos tiempos. El proceso parte justamente con la investigación.

“Muchas veces hemos sabido por gente que ha vivido en una época y vamos a hablar con ellos. Para el diorama de Franklin, me dijeron que un señor de apellido Muñoz sabía mucho. Tiene una pescadería ahora, pero fue matarife, es bien viejo. Recorrimos, me mostró, conseguimos fotografías con el jefe del matadero, y conseguimos todo lo que necesitábamos”.

Saber hacer

Zerreitug estudió contabilidad, pero nunca ejerció. “Lo terminé por terminarlo no más. No fue una gran decisión por tomar el arte, no. Yo ya estaba haciendo monos”. Dice que el tallado en madera lo sabe desde siempre. Partió con otros materiales, pero vio que si los hacía en madera podía venderlos. “Siempre partió como un trabajo, por eso no me cuesta desprenderme. Siempre ha sido una fiesta cuando se ha vendido un mono. Traíamos de Quilpué (junto a su señora, Lili) una caja con figuras que dejábamos en un negocio que había en la galería Aníbal Pinto. Veíamos que llevábamos monos y se vendían. Ya con eso nos casamos”.

Más de cinco décadas después, sus obras están presentes en distintas ciudades del país e incluso fuera de Chile. El municipio de Badajoz, en España, compró uno de sus dioramas y hasta Joan Manuel Serrat tiene una de sus figuras. Hoy trabaja en dos dioramas para la Municipalidad de Santa Bárbara y por supuesto, en dos nuevos trabajos para la red de Metro.

Los monos del Metro

El primer diorama para el Metro de Santiago lo creó en 1986 para la estación Cal y Canto de Línea 2. De ahí en adelante, el Metro se convirtió en la vitrina más concurrida y democrática. “El Metro es una visión obligada, no se necesita ir al museo. La gente pasa, ve uno, sabe que hay otro, y eso es muy bonito”. Tal es el nivel de aprecio que los usuarios tienen, que incluso se enteró por un amigo que hasta poemas hay dedicados a él.

No tiene Facebook, Instagram ni Twitter. Sólo usa Whatsapp para comunicarse con sus hijos y amigos. Alejado de lo que llama “esas cosas”, mira con curiosidad el trabajo realizado en Franklin. El diorama de esa estación en Línea 6 tiene un código QR que permite apreciarlo junto a las enseñanzas de Ruperto Galindo, un personaje tallado especialmente para convertirlo al formato de la realidad aumentada. En cuarenta años de exposición en el Metro, asegura que nunca ha recibido críticas o correcciones de lo que las escenas muestra. No es historiador ni investigador. Sólo el oficio lo ha llevado a conocer vestimentas, personajes e hitos de la historia. Por eso agradece también el reconocimiento recibido.

-Me llamaron para postularme primero y después me avisaron que había ganado. Es muy bonito porque es un premio a la trayectoria y lo que más tengo es trayectoria- comenta riendo.

-¿Y cuando usted ya no esté?

-Va a quedar el patrimonio. Esa es la gracia. Es un aporte al patrimonio que va a quedar pa’ siempre. Si ven los dioramas de 40 años atrás están iguales. Yo en 40 años más voy a estar mucho más viejito. Van a pasar 100 años y los dioramas van a seguir.